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resaca

(escuchando popstasctic radio. the shins, it’s only life)

en la panadería, una señora compra una barra de pan de harina de xeixa y un señor con un marcado acento alemán pide un pan de centeno. en la terraza del bar de enfrente, una chica bebe despacio un café con leche, mientras sube los dedos arriba y abajo de la pantalla del móvil. un chico mira, nervioso, a la chica que, por fin, accedió a desayunar con él antes de entrar a trabajar un lunes como hoy. consiguió hablar con ella la noche del jueves, en la playa, junto al círculo de velas en el que acababa de quemar su nombre en un papel. ella mira hacia la puerta, esperando incómoda al camarero para pedirle la cuenta. un grupo de trabajadores de una empresa de limpieza ha terminado su jornada y fuma frente a la fachada de unos grandes almacenes de ropa, tirando la ceniza y las colillas al suelo. un hombre pasea a su perro atado y sujeta con guantes de látex la correa y las bolsas de plástico negras, por si el animal decide aliviar la tensión de la noche. algunos corredores (palabra que traducida significa runners) regresan a su casa a limpiarse bajo la ducha todas las toxinas que han expulsado. otros, en dirección contraria, se dirigen a lo propio. todos llevan auriculares puestos. una joven camina y escribe mensajes en el móvil, aislada de silencio matutino del centro de la ciudad. una pareja de camareros abren las sombrillas y colocan sillas de lo que será otra terraza en el paseo. ella se ríe a carcajadas de una historia que le ocurrió a él el sábado por la noche. un matrimonio desayuna ante dos cafés con leche sin dirigirse la palabra y desliza los dedos por la pantalla de su teléfono inteligente que no sabe qué consejos dar en una situación como esta. una madre le entrega, con algo de miedo, su hijo a la abuela, explicándole que en esta bolsa hay una muda, por si se le escapara el pipí, que aún no lo tiene muy controlado. ella le mira con cara del que conoce las reacciones de los más jóvenes porque pasó por ello años atrás y porque tú eres la pequeña de cinco, pero la deja hablar. una joven que no llega a los veinte años vestida con ropa y complementos y teléfono de marcas visibles y carísimas, espera en la puerta de unos grandes almacenes a que abran. se le unes dos señoras y un señor con bastón jubilados. un taxista espera, paciente, a un grupo de turistas que arrastran sus maletas, cansados tras una semana demasiado intensa para ir mañana a trabajar. el crucero más grande del mundo desembarca en el puerto y descarga seis mil visitantes que, durante cinco horas, recorrerán las calles de la ciudad. un hombre duerme sobre un banco bajo un montón de mantas demasiado calientes para la época. los trabajadores de las franquicias y algún comercio levantan las barreras y empiezan a abrir al público. un camión de agua rezagado termina de limpiar los restos de la fiesta de ayer frente al puerto. luce el sol y subirán algo las temperaturas. tres de cada cuatro ciudadanos en edad de votar lo hicieron ayer. todo sigue igual.

recuerda Red que la esperanza es algo bueno, quizá lo mejor de todo y las cosas buenas no mueren. Morgan Freeman, cadena perpetua.

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definición

(escuchando the Köln concert, Keith Jarret)

primero hablaron de conspiración judeomasónica. pero, al final, descartaron la idea porque les sonaba algo antigua y, además, estaban casi seguros de que alguien la había usado antes. así que sumaron todas las neuronas y se pusieron a buscar. tras días y días de negociaciones infructuosas, al fin, uno que llevaba tirantes, se levantó, dio un golpe en la mesa y dijo ya lo tengo. fue así como se decidieron por pancatalanistas. esa sí era una buena palabra, sí señor. porque, además de que era real, existía, y nadie podía culparles de inventarse términos para la descalificación, podían, si querían, darle dos significados: el término que definía perfectamente al enemigo y, como prefijo, el que le querían quitar. además, al ser una palabra grandilocuente y con dos partes, le podían añadir el contenido que les diera la gana. socialistas, por ejemplo. o judeomasónicos, añadió uno de los más veteranos. o independentistas, dijo otro al que el de los tirantes miró como diciendo imbécil, eso va en catalanistas. incluso etarras. no estaba mal. ese era el término que se va a utilizar en todos los medios, es una orden. lo único era el discurso, que no les había salido muy creíble. pero, bueno, al fin y al cabo, con semejante palabra, quién iba a dar veracidad a que la oposición era capaz de montar todo aquel tinglado a nivel nacional y sacar a los habitantes de las Baleares, tan paraditos ellos, a la calle y en masa? en todo caso, daba igual. si era cierto, tenían buenas razones para actuar como estaban actuando, porque era una verdadera conspiración que amenazaba la unión del país y, sólo por eso, ya quedaban legitimizados para hacerlo. y, si no era cierto, quién iba a discutírselo? los mismos que habían salido a la calle e iban vestidos de verde? pobres, esos no tienen ni la menor idea de contra quién se enfrentan, los muy asamblearios. pero (en toda buena historia siempre hay un pero que es el que convierte el inicio en nudo y la hace interesante) había algo con lo que no contaban. los asamblearios luchaban por algo que ellos no podían entender. la guerra no era por una subida salarial, o por más minutos a la hora de la merienda o más vacaciones o más pagas extras. su lucha, y por ella sangraban lágrimas y tensiones y horas de sueño y cansancio emocional, físico, racional, brutal, era para boicotear las fábricas de barrotes que se estaban instalando por todo el territorio. cómo no dejarse el tipo para que sus hijos tengan las posibilidades que quieran? cómo no volver a salir a la calle a cantar L’estaca y darse ánimos y ganas en una concentración en silencio? cómo no hacer una pausa por sentido común y responsabilidad cuando no había forma de derrumbar la pared si no era con violencia? cómo no seguir hasta que ya no puedas más? cómo no volver a levantarse una y otra vez? cómo no buscar todas las posibidades? eso, enemigo mío, no se define con una sola palabra. o se siente en las tripas pintado de verde, o no se siente.

qué vamos a hacer mañana? hay un mundo de posibilidades. Phineas Flynn, Phineas y Ferb.

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guerra

(escuchando bitter, Me’Shell Ndgegeocello)

terminó el verano y empezó la guerra. una guerra nos está consumiendo el tiempo, las miradas, las sonrisas y las ganas. una guerra que está empezando a hacer mella en los padres, las madres, los maestros, los abuelos, los tíos, los amigos y, sobre todo, en los niños, las mayores víctimas del conflicto y la única razón por la que se lucha. porque, sí, ellos son la única razón por la que se lucha, por ellos y por su mañana, lleno de incertidumbre y de futuros sin nombre de profesión, con la palabra crisis escrita en neón. por ellos, para que aprendan que la dignidad, la unión, los principios, la verdad, la cultura, la nostra llengua, la educación y la paz, son valores más importantes que una semana, dos, o un mes, sin clases. terminó un verano extraño, en el que el agua estuvo a punto de hervir, pero que no parecía tener ninguna intención de hacerlo, y empezó la guerra. ellos con las cerillas y el principio de la mecha, nosotros con el barril de dinamita. las consecuencias, que casi seguro serán más que soluciones, todavía están por ver. para ellos, el sentido común no es razón suficiente para mantenerse en el campo de batalla, sólo las palabras dichas desde la tribuna de un mitin hace ya varios años (unas palabras que, si se leen bien, se convierten en una trampa para los que las pronunciaron). para nosotros, la intolerancia, las dictaduras del más fuerte o con más policías, el desprestigio y los insultos y el rodillo de los que hablan de mayorías silenciosas (háganse bien los números, por favor), son la punta de un iceberg que lleva demasiado tiempo creciendo hacia abajo. por eso hablan de leyes de símbolos y convivencia, de aplicación en la libertad del que dicta las leyes por vía de urgencia, de gritos sin importancia, de niños rehenes, de inmovilismo y de politización de las víctimas. porque, como en toda guerra, nadie juega limpio. ellos hacen listas negras, infiltran, crispan, hablan en voz baja, le plantan cara a los gritos con cordones policiales, y miran desde la ventana del despacho como la calle levanta los brazos y cómo la indignación se convierte en desesperación y luego, qué duda cabe, en llanto y finalmente en silencio. nosotros, por nuestra parte, también tenemos lo nuestro. el yo a éste no lo quiero ni mirar, el no hablo contigo si no te bajas los pantalones hasta los tobillos, el no me da la gana, o el insulto, son monedas de cambio de un frente que se está extendiendo a todos los ámbitos. con lo mediterráneos que somos en esta isla que se llamaba de la calma y en las tres restantes. pero así es esta guerra. los familiares de las víctimas se están convirtiendo en verdugos con un hacha llamada grito como única arma. porque es la única que queremos utilizar.

habrá un millón de personas, aquí en nuestro país, que se asombrarán, ofenderán y horrorizarán ante vuestra unión, y tendréis que afrontar esas consecuencias tal vez durante el resto de vuestra vida. pero debéis ignorar a esos pobres diablos, o compadecerlos, porque son esclavos de sus prejuicios, fanatismo ciego, odios y estúpidos miedos. y, cuando llegue el caso, debéis uniros el uno al otro estrechamente desafiando a esos mentecatos. cualquiera podría poner un montón de objeciones acerca de vuestro matrimonio… pero la replica es tan sencilla que no se atreverán a ponerlas.

Spencer Tracy, adivina quién viene esta noche.

por si alguien quiere más información.
cadena ser, hora 25.
la sexta, el intermedio (en la tercera parte)

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fin (y principio)

(escuchando pearl jam, vitalogy)

saltar al vacío. sin red. con una posibilidad. un paracaídas que te has cosido tú mismo. un paracaídas hecho con trozos de tela e hilos que te han ido regalando los que tienes en las pupilas, los que han visto tus ganas y han apoyado tu trabajo. ahora la mochila está llena. ellos son los que te han dado de comer y de beber, los que te han animado y ayudado cuando las ojeras se marcaban con negro indeleble y los músculos empezaban a pesar como sacos de cemento, los que te han obligado a sonreír cuando no había más que un estómago con acidez y una tensión casi insoportable en cualquier fonema. has llegado al final del camino y aquí termina el mundo. a tus pies, mucho más abajo, en el abismo, sólo hay nubes que cubren lo que esperas sea un lugar mejor para vivir. ahora puedes montar tu tienda de campaña y quedarte aquí un tiempo. ver si te gusta estar al borde, a punto del salto, para tener siempre la posibilidad de (no) darlo, y llegar a construirte una casa de piedra. o puedes dar un nuevo paso confiando en tus habilidades y en lo que te dice la tripa. cierras los ojos y les ves a ellos, les coges de la mano. ellos sonríen. tú también. miras hacia adelante. aprietas sus dedos. hop. aventura.

rock’n’roll. José Coronado, no habrá paz para los malvados.

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profesión

dejé de buscar monstruos bajo la cama hace tiempo. supongo que, en el paso de la adolescencia a la adultez, cuyo parecido con idiotez es innegable, me di cuenta de que estaban dentro de mí. y que había que sacarlos de alguna manera. por eso empecé a asesinar a todos aquellos que lo merecen. es posible que sea injusto y que muchas de las personas que exhalan su último aliento teniéndome en su recuerdo no merecieran perder la vida, pero, teniendo en cuenta que, aunque los motivos por los que cuales mis víctimas deben morir sean lícitos, la ley tampoco me permitiría hacerlos, no tiene mucho sentido justificarse, no? lo hago y ya está. esta es mi forma de vivir y entender el mundo. hay personas que sobran y personas que no. los que tenemos ese poder lo sabemos. el resto, los que están por debajo, no. por eso están por debajo. su existencia es tan vana que no merece ni siquiera ser tenida en cuenta. excepto cuando tienen que elegirnos, claro. cada cuatro años.

Hanna: tengo miedo de que un día empiece a llorar y se inunde la habitación y nos ahoguemos los dos.
Josef: aprenderé a nadar.

Sarah Polley & Tim Robins, la vida secreta de las palabras.

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diseño

en mil novecientos treinta y nueve, al inicio de la segunda guerra mundial, el ministerio de Información de Gran Bretaña decidió poner en marcha una campaña para tranquilizar a la población y mantener las ganas de seguir adelante en una situación en la que el mundo comenzaba a vivir una de las situaciones más dramáticas de su historia. decidieron diseñar unos carteles propagandísticos con mensajes de ánimo con tres mensajes. tu coraje, tu alegría, tu resolución, nos darán la victoria. la libertad está en peligro, nuestro deber es defenderla. mantén la calma y sigue adelante. todos tenían una tipografía de palo, la oficial del Gobierno, y la corona del Rey. en septiembre de ese mismo año, se imprimieron dos millones y medio de copias de los dos primeros pósters, y se distribuyeron a lo largo de todo el país en los escaparates de las tiendas y estaciones de tren. el tercer diseño no se llegó a distribuir, se mantuvo guardado para distribuirlo sólo cuando el país estuviera en una situación de invasión o crisis insostenible. sesenta y un años después, Stuart Manley, el dueño de Barter Books, una tienda de libros de segunda mano de Alnwick, Northumberland, en la esquina este de Inglaterra, encontró un ejemplar en un montón de cajas polvorientas del almacén. a Mary, su mujer, le gustó tanto que decidió enmarcarlo y colgarlo en una de las paredes de su establecimiento. los clientes empezaron a pedirle copias y, un año después, empezaron a distribuirlo y a venderlo. trece años más tarde es uno de los diseños más reproducidos del mundo y del que se han hecho más versiones. hoy sigue estando vigente. keep calm and carry on. mantén la calma y sigue adelante.

pues eso.

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barro

(escuchando el apocalipsis según mucho, mucho)

llueve barro, mucho barro. mancha las calles, las aceras, los coches aparcados, las motos, las papelereas y las farolas. mancha los autobuses de línea, los semáforos y la señalética de las autopistas. mancha los edificios, los solares, las terrazas, la arena de la playa y el mar. y mancha a las personas por fuera, un fuera que llega por dentro. no valen paraguas ni chubasqueros ni cazadoras, el barro lo traspasa todo, y llega hasta la piel. una piel que llevamos en las noches de insomnio, en las horas de diseño y programación, en cada uno de los bocados a la hora de cenar, en la cola del supermercado, en las desconexiones y cerveza y películas con los amigos. incluso debajo de la ducha. llueve barro, mucho barro. y no se va ni con jabón ni con lejía ni con nada. créanme, lo he probado casi todo. frotas y frotas y frotas y nada, que no hay manera. lo único que todavía no he probado es intentar sudar mucho haciendo ejercicio. pero no hay ningún deporte que me dé lo suficientemente bien para practicarlo mucho y llegar a sudar. alguien sabe si salir a la calle en busca de personas con un bate de béisbol se considera deporte? y, en caso afirmativo, conoce alguna tienda en la que vendan de segunda mano, que no está la economía para sustos?

adiós, adiós. gracias por pasar, adiós. babúm. ala, vaya hostia. ponte el casco, Jiménez del Oso. predica con el ejemplo. Faemino, siempre perdiendo.

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clientes

este tipo de diálogos ocurren en los sectores más variados. adivinan a cuál nos referimos aquí?

camarero: ya saben lo que quieren?
marido: sí. vamos a pedir la parillada de marisco.
camarero: perfecto. excelente elección.
marido: por eso la hemos pedido. pero, mire, le vamos a pagar el precio del filete con patatas del menú infantil.
camarero: disculpe?
marido: sí, mire, es fácil. queremos la parrillada de marisco, pero sólo tenemos presupuesto para el filete con patatas del menú infantil.
camarero: me está tomando el pelo, verdad?
esposa: haremos una cosa: ahora nos trae la parrillada y nosotros pagamos el filete y, si nos gusta, volvemos otro día con más presupuesto y le pagamos lo que ponga en la carta.
camarero: no, no, perdone. la parrillada tiene un precio y el filete otro. si quieren la parrillada, págenla. sino, cómanse el filete.
esposa: esa no es una actitud positiva. así no nos pondremos de acuerdo nunca.
marido: además, en el restaurante del otro lado de la calle tienen la parrillada a mitad de precio que la de aquí.
camarero: pues váyanse al restaurante del otro lado de la calle.
marido: mire que si ahora no nos lo deja a buen precio no volveremos, eh?
esposa: sólo por esta vez…
camarero: ni por esta vez ni por ninguna otra. esto es un restaurante, no un rastro. aquí no se regatean los precios. se come lo que pone en la carta y, sino, les ruego dejen la mesa libre para otros clientes que sí quieran pagar.

no es personal, son sólo negocios. Marlon Brando, el padrino.

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dosis

(escuchando stay, la cuarta dimensión)

la entrada del colegio es ir y venir de padres y madres y niños y niñas que se pierden en el patio de arena y columpios y tobogán y balancines. es una forma de socialización exprés, ofrecida en pequeñas dosis de diez minutos aproximadamente. buenosdías, holaquétal, cómololleva, quétallasfiestas, son frases que suenan a palabras, que pasan de boca en boca, como si esperaran su turno para arrancar una conversación que casi nunca termina de ponerse en marcha porque caminan sobre la línea que separa el tiempo justo del llego tarde. todobiengracias, muybien, geniales, son las únicas respuestas que reciben a cambio de las microdosis de socialización casi forzada. algunos, sin embargo, van más allá. son los pocos que tienen tiempo. llegan antes de que abran la puerta y se quedan después, como si la velocidad de las agujas del reloj y los atascos no fueran con ellos o ellas. ellos son los que marcan el pulso de las relaciones en el pueblo, los que generan opiniones y destripan a sus inexistentes contrincantes. te has fijado? todavía lleva al niño en el carrito… o si es que va vestida que parece lo que no quiero decir. eso es porque el marido ahora es asesor del partido. las conversaciones se producen en voz baja, a la puerta del colegio, formando un pequeño grupo al que es imposible pertenecer, pero en no se puede evitar que el nombre de cualquiera aparezca. luego, esos mismos grupos se encontrarán en el parque del pueblo, y las relaciones traspasarán la barrera de obligatorias para ser, en cierto modo, porque interesa a ambas partes. o incluso puede que por afinidad. los niños, por su parte, ajenos a la actividad y el trajín de palabras rápidas y con una única intención cordial o varias aparentemente inofensivas malintenciones, juegan, se ríen, se persiguen, se preguntan, se empujan, hacen carreras y se buscan porque les da la gana, porque se caen bien, porque son amigos. incluso es posible que lo sean durante muchos años.

esta es Ponyo. le gusta el jamón. Hayao Miyazaki, Ponyo en el acantilado.

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crisis

lo peor de la puta crisis no era que su economía se hubiera ido al traste. que no hubiera más viajes que alimentaran el hambre de lugares, que no hubiera más cenas ni fiestas porque ha salido la luna, que los escaparates dejaran de guiñarle los ojos, que los regalos quedaran dibujados en un rincón de la memoria de los deseos, que las celebraciones se hubieran convertido en una complicada maraña de operaciones con números azules y rojos, que la sección de delicatessen se hubiera convertido en un bosque de tentaciones prohibidas. ni siquiera casi hubiera borrado su ilusión por trabajar todos los días a base de espadas y tijeras, ni que hubiera cambiado una vocación que le ayudaba a ser un poco más feliz por una lucha contra una centrifugadora que se lo estaba tragando todo, ni que viera como su esfuerzo por continuar ilusionando con cada hora de su jornada laboral bajara hasta casi bajo cero. no, lo peor de la puta crisis es que había entrado hasta el fondo en sus emociones. se despertaba por la mañana como si no llevara ropa, enfundada un cuerpo magullado y triste, sin ganas de darle a sus músculos las razones para continuar moviéndose. la rutina pesaba sobre el ánimo más que sobre la espalda y la sonrisa se estaba convirtiendo en una arruga. estaba empezando a creer que la apatía era un estado normal de los días, que la lucha personal no valía la pena. los mensajes de ánimo no servían. los besos, los abrazos, las caricias no servían. los chistes no servían. la familia no podía ni sabía cómo conseguir una simple sonrisa a la hora de la cena, con todo el día a sus espaldas. los amigos se preguntaban por su desaparición y buscaban una fórmula que transformara el negro en el blanco, o tal vez gris. se había puesto una escafandra y estaba empezando a empañarse por dentro. y eso, desde fuera, parecía difícil de solucionar. casi imposible. luego llegó el sábado. aquella mañana el café con leche se le había quedado frío. se levantó de la silla y se dispuso a calentarlo en el microondas. sus hijos entraron en la cocina, aún en pijama, con una enorme papel en la mano. estaba lleno de dibujos de peces surrealistas, soles con pelos luminosos, y un montón de rayas de colores y nombres de juguetes. mami, mami, mami. mira, hemos escrito la carta a los reyes. tú que quieres? papá ya ha puesto lo que quiere. ahora tú. se quedó quieta. a ver, qué quiero? qué quiero? un regalo muy bonito, les dijo. elegid vosotros lo que queráis. y puede que nada más, pensó.

hay gente que es muy rica y que en realidad son muy pobres. Alberto SanJuan, el otro lado de la cama.