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nieve

(escuchando Marshalis & Clapton, play the blues)

era la primera vez que la veía consciente de lo que veía. la primera vez que jugaba con ella, que la moldeaba, que la tiraba a la pared, al suelo, y la veía esparcirse en cientos de pequeños trozos. pisarla con botas de agua era un placer inesperado y fabuloso, hacer montañas con ella, para luego ponerle botones a modo de ojos, un gorro de su hermana y un destornillador por nariz, y decir mira, mira, un muñeco, un magnífico juego que aún no había podido imaginar, pero que, desde ahora, formará parte de sus magníficas aventuras. ser un niño con una nevada como la que la meteorología ha regalado este fin de semana es algo casi mágico. el antiguamente llamado invierno (llamarlo ola de frío siberiano que traerá bajada de temperaturas, nieve, lluvia y viento, es como llamar batido de huevo semicrudo con tubérculos pochados y cebolla ligermanete salada a la tortilla de patata) ha disminuido la edad de los habitantes de estas islas el mismo número de grados que el termómetro ha bajado. algunos se han empapado las manos de hielo y han sido felices porque lo eran. otros, no han vuelto a la infancia precisamente para bien. frente a la catedral espolvoreada de blanco, los coches aparcaban en el paseo marítimo, sobre los parterres, para poder hacer una foto. en el asfalto, las colas para subir a la montaña (no circulen por carreteras de la sierra si no es absolutamente necesario) aumentaron el colapso de vías cerradas y máquinas limpiando. mientras, en las calles de los pueblos, sólo quedaban los pocos que dijeron para qué ir tan lejos? el tiempo fue noticia en un fin de semana en el que los informativos ya no se llenaron de refritos y noticias insulsas. los niños se sintieron como en una película y los que no les importa que que los años les pasen por encima, mientras no lo hagan por dentro, contaban los medios grados que el termómetro del coche iba bajando. dos días en los que ha sido un auténtico placer ser niño y tener hijos.

vamos, campeón. Jay Baruchel, cómo entrenar a tu dragón.

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