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cardiología

funeral

(escuchando the bad plus, for all i care. qué buenos son, qué buenos)

fue un funeral pequeño. los congregados llenaban algo más de la mitad de la iglesia del barrio en el que había vivido hasta hacía unos días. la iluminación del altar resaltaba sobre el resto del interior del edificio, como si fuera un escenario listo para representar una obra de teatro. había muerto una tía de su madre, una persona valiente, que se enfrentó a los principios de su época para hacer lo que quiso hacer. fue comadrona y tenía una pequeña consulta en su casa. a él, a su hermano y a todos los de la familia, les había puesto inyecciones, tomado la tensión y hecho las veces de enfermera particular. eso, en los tiempos en los que cualquiera puede acceder a toda la información del mundo desde un teléfono del tamaño de una tarjeta de visita, no tenía ningún misterio, pero en los años en los que los mandatos de un dictador gobernaban el país, era un logro, un gran paso, una rebeldía casi punible. era una mujer fuerte, inteligente, culta, con unas ideas un tanto anticuadas en ciertos aspectos, todo hay que decirlo, y muy mala cocinera. o eso era lo que recordaba él de sus estancias en su casa. pero los últimos años había perdido a su marido, una de las personas más entrañables, divertidas y vitales que había tenido el placer de sentir, y se había mudado a una residencia. allí, el tiempo pasaba despacio, como marcado por otro metrónomo. y allí había ido apagándose, tranquila, sin sobresaltos. el cura empezó la misa y se puso a cantar, siguiendo los más tradicionales protocolos. de nuevo, iba a ser un funeral impersonal, por costumbre. pero luego se puso a hablar. y no era que dijera nada nuevo, era, simplemente, que el lenguaje que utilizaba era el de un hombre que habla sin protocolo, como si estuviera argumentando con un amigo. y eso hizo que no resultara un acto tedioso. miró a su alrededor. la vida de alguien admirable había terminado. sus hijos, sus nietos, su cuñado, su hermana, sus sobrinas, todos los sabían y sentían aquella pérdida. una pérdida esperada, pero no por ello menos triste y menos vacía. por qué no había hablado más con ella? por qué no le había hecho más caso estos últimos años? por qué no le había presentado a sus hijos? ninguna de las preguntas tenía una respuesta satisfactoria, ni con la suficiente solidez como para dejar de sentirse mal por ello. no había nada que ahora pudiera hacer. recordarla, eso era lo único.

veintiún gramos gramos el peso de cinco monedas de cinco centavos, el peso de un colibrí, de una chocolatina. cuánto pesan 21 gramos? Sean Penn, 21 gramos.

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