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cardiología

uno

(escuchando Tom Waits, bad as me)

el primer cumpleaños de su hija no les dejó resaca. eso sí, les dolía todo el cuerpo. habían empezado pronto el día anterior y habían terminado muy tarde el día de la celebración. al final, dejaron caer los ojos sobre la almohada y, en el instante antes de aspirar aire por tercera vez, ya habían olvidado los músculos cansados y retorcidos para desembocar en el puerto rem en calma. el día había transcurrido con la tensión necesaria para que las cosas salieran bien. para que los niños jugaran solos por primera vez durante horas, para que el asado dejara en el paladar el rastro del camino desde el horno de leña, para ver a los que hacía tiempo que no veían y para que la sobremesa se pintara de carcajadas y vasitos con hielo. para que el pastel de la pastelera oficial causara admiración y aplausos, para soplar juntos ese uno, el primero de muchos. pero, sobre todo, para ver sonreír a algunos que hacía mucho tiempo que no veían sonreír. regalarle dos velas en forma de número a su hermano había sido una brillante idea que él había agradecido con un hostia, es para mí, y el abrazo colectivo de la mirada. luego vinieron las fotos y los aplausos, el estómago lleno y el café. más tarde, en las despedidas, cada uno se guardó un trocito a elegir. ellos, la emoción de seguir dando pasos por el camino que hace tiempo que eligieron y saber que ya no estarán solos ni un segundo. salut i fins l’any que ve.

eh, Marty, espero que sigamos en contacto, porque me gustara saber lo que estés haciendo. porque pienso que sea lo que sea, va a ser increíble. Timothy Hutton, beautiful girls.

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