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mundo grúa

partidas

(escuchando Esbjörn Svensson trio, winter in Venize)

cuando empezaron las partidas, todas las manos eran buenas. full, póker, incluso alguna escalera de color. jugar a cartas era un placer sólo igualado al del vencedor de la noche al recoger el montón de fichas que luego convertiría en un suculento fajo de billetes. alrededor de los tapetes, las latas de cerveza transformaban en vasos largos con la misma facilidad con la que los jugadores cambiaban las cartas si, al repartir, no había más de dos figuras iguales. los ceniceros quemaban puros cuya procedencia estaba más allá del atlántico, y los relojes dejaban de marcar la hora para dejar paso al tiempo entre paréntesis. hacía ya varios años que se había extendido por todo el planeta la moda de reunirse para jugar cualquier día del año. y todo parecía indicar que las largas noches de música, risas y dinero a raudales seguirían su curso interminable. pero no fue así. y nadie vio venir lo que ocurrió aquella mañana de hacía ya más de cuatro años. todos los programas de televisión y radio interrumpieron su programación para hablar de ello. los periódicos imprimieron ediciones especiales con todo lujo de detalles sobre la noticia. en todas partes se discutía el mismo tema. los fabricantes de cartas a nivel planetario, en un alarde de genialidad dudosamente ética, habían dejado de incluir ases y figuras en las barajas. la culpa, decían, eran los problemas financieros derivados de un elevado coste en las tintas para imprimir. la realidad, más vinculada a su tren de vida que a otra cosa, aunque nunca se llegará a saber a ciencia cierta, era otra muy distinta. automáticamente, las manos comenzaron a ser de parejas y dobles parejas. las apuestas bajaron y nadie se atrevía a ver ni a pensar en un farol. el riesgo descendió hasta casi cero y las partidas se quedaron en meros pasatiempos con los que no se ganaba ni se perdía nada. básicamente, porque no se jugaba nada. las conversaciones también variaron la temática. ya no se hablaba de música o de cine o se hacía coña con la jugada más arriesgada, sino que se discutía sobre cuándo se volverían a repartir ases y figuras. te acuerdas cuando hacíamos un par de pókers por partida? aquello eran noches. y si cambiamos de juego?, propuso alguien. ni hablar, dijeron sus interlocutores al unísono. aquí siempre hemos jugado al póker y vamos a seguir haciéndolo hasta que nos dejen hacerlo, no estáis de acuerdo? claro, claro, dijeron todos.

la arena está sobrevalorada, sólo son piedras diminutas. Jim Carrey, olvídate de mí.

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