me mudo al norte. tal vez allí entiendan algo más mi trabajo. gracias por abrirme los ojos. adiós. al salir, dio un portazo. la nota se elevó un poco y se volvió a posar suavemente sobre la mesa para ser leída, dos días más tarde, por su jefe, a quién, como ya suponía, no lo importó un carajo que se marchara. caminó durante varias horas para salir de la ciudad y poder mirarla desde lo alto de los cerros que la rodeaban. hizo autoestop a lo largo de cinco kilómetros, pero no consiguió que nadie le llevara, así que decidió alejarse de las vías principales y caminar por los caminos que le ofrecían los terrenos y los bosques. pasó dos pueblos, en los que sólo se detuvo para beber algo de agua y apuntar el nombre en su libreta. había decidido llevar una especie de diario de ruta, para que todos los lugares que iba a atravesar no quedaran en el olvido. cuando se hizo de noche, buscó algún sitio para dormir. tenía estudiado lo que se podía gastar cada día y una cama caliente y un buen desayuno era algo a lo que, por el momento y en los primeros días de un viaje que no sabía cuánto tiempo duraría, no quería renunciar. así que entró un hostal que le pareció mínimamente digno y durmió a pierna suelta. a la mañana siguiente, sin despertador, abrió los ojos con el sol. se duchó en el baño común del pasillo y bajó al comedor. huevos, un poco de queso, fruta, un café con leche y un cruasán. no era nada que no hubiera comido antes, pero recordaría ese desayuno durante muchos años. incluso ahora, viejo, casi sin palabras y sin reconocer el noventa por ciento del tiempo a la mujer con la que había pasado los últimos setenta años o a sus dos hijos, todavía tenía el sabor de aquel primer desayuno, el primer día de lo que sería el resto de su vida. subió a la habitación, recogió sus cosas y salió del pueblo. la travesía hasta el norte en realidad no tenía un destino muy definido. cuando llegue lo sabré, pensó con los primeros pasos. no era un destino muy concreto, pero le pareció más que suficiente. lo había visto en casi cada sueño de las últimas noches, así que estaba seguro de reconocerlo incluso antes de estar allí. no fue exactamente así, pero no hay que adelantarse a los acontecimientos.
la convicción es un lujo de quienes sólo contemplan. Ed Harris, a beautiful mind.