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cardiología

domingo por la tarde

(escuchando Ben Harper, white lies for dark times)

las ocho y media de la tarde tiene una luz con algo de magia. es esa hora en la que, al conducir durante los meses de verano, la realidad escapa de tus ojos y se hace imágenes que encajan en un tiempo no lineal de presente, pasado y futuro. el sol se escurre entre la calima y la usa de filtro para la luz que deposita en las copas de los árboles. es la mejor hora para circular despacio con la ventana abierta y dejar que el aire se te cuele por los huecos del pelo y sepas que el verano es un buen aliado para sentirse bien. Ben Harper acompaña desde los altavoces. ahora es el momento de respirar y de volar un poco más allá. pero no voy a dejar nada atrás, porque este es mi equipaje. su voz se confunde con tus pensamientos. no voy dejar nada atrás. te miro y te veo sujetando su diminuta mano. y no voy a volar en solitario nunca más. aunque a veces desaparezca un segundo. no desaparezco. la música te mece los ojos más allá de la carretera y sabes que la puerta se abrirá al llegar y que te esperan. no volaré en solitario nunca más. aunque a veces desaparezca un segundo. no desaparezco. me ha costado demasiadas lágrimas llegar hasta aquí, demasiado tiempo. pero la espera ha merecido la pena. las voces han tenido que callarse. porque puedo estar seguro de que ya no volaré nunca más en solitario. el coche se desliza entre las paredes de piedra seca, pegado al asfalto de las llanuras en las que desembocan las montañas. enciendes las luces. los colores pierden brillo y empieza a oscurecer un poco. oyes los dedos trasteando sobre el mástil de la guitarra y ahora eres tú el que pones la letra. una letra silenciosa en el que lo único que importa es llegar a casa.

no hay más que una vida, no hay Dios, ni reglas, ni juicios más que los que tú aceptes o crees para ti misma. y cuando se acaba, se acaba, duermes por toda la eternidad. sé feliz mientras estés aquí. Richard Jenkins, a dos metros bajo tierra.

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cine

the beatles

(escuchando Herbie Mann, glory of love)

Nick: supongo que está jugando conmigo.
Thom: de quién estamos hablando?
Nick: ahora, de Norah. no, de Tris. de Tris.
Thom: todavía no lo has entendido, verdad?
Nick: qué?
Thom: esto. todo el asunto, la gran foto de todo.
Nick: supongo que no.
Thom: los Beatles.
Nick: qué les pasa a los Beatles?
Thom: esto (le coge de la mano).
Nick: …
Thom: mira, otras bandas quieren hablar de sexo o de dolor. los Beatles captaron lo importante. i wanna hold your hand (quiero coger tu mano), es su primer single. y es brillante.
Nick: …
Thom: nadie quiere veinticuatro horas de sexo. no quieren casarse contigo y estar juntos cien años. sólo quieren cogerte de la mano.
Nick: vale, pero te voy a soltar, ok?

Michael Cera & Aaron Yoo, Nick and Norah’s infinite playlist

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cardiología

plug and play

(escuchando Miles Davis, kind of blue, 50th anniversary edition)

sentarse a las teclas el día te tu cumpleaños alimenta ese punto de improvisación que no quieres que desaparezca y que hace que todo sea un caos de ritmos a destiempo, notas cruzadas con los dedos de los niños que aporrean cualquier cosa, solos demasiado largos y finales inciertos. pero el flujo de los temas y la lluvia y las cervezas y la compañía lo cubre todo y uno se olvida de que faltan instrumentos y no hay repertorio ni nada. y sonríes porque eres feliz. y sabes que este es el principio de unas merecidas vacaciones con los que están ahí porque querías que estuvieran. y te congratulas de tenerlos a tu lado. con ella. con Lluís, del que celebramos cada patada y cada movimiento y cada latido. luego llegan ellos dos, que estuvieron de viaje y traen polvo de la sabana. te enseñan las fotos y sientes envidia sana y cochina, y compartes con ellos un poco más de lo que eres, una parte importante de algo más que la familia. entre tanto, algunas mañanas, te arremolinas bajo las sábanas con el agua de abril traqueteando en los cristales de casa y su nombre, al calor de la piel. y escuchas a Miles Davis y a peal jam y a Prince y a Coque Malla y a love of lesbian, sentado en el sofá, con los oídos buscando cada nota y cada golpe del bajo y del teclado. y miras películas. señales del futuro (el señor Proyas vuelve a sus orígenes y se pierde justo antes del final), más allá de la tierra quemada (si Arriaga fuese más visceral, sería Iñárritu, pero Theron es Theron), Frost contra Nixon (toma ya, pedazo de guión), señales y el bosque (noche temática de Shyalaman, ese genio de la contención), los increíbles (esa estética Bond, ese dinamismo en la animación, esa historia), la guerra de las galaxias (con niños a tu lado haciendo mil preguntas y tú sonriendo como hace muchos años). y algunas series. damages (termina la segunda temporada con un giro un poco forzado, pero brillante al fin y al cabo), Dexter (la tercera parte crece y crece y crece, y ya quedan sólo dos horas). y haces muchas más cosas. pero, sobre todo, y sin pensártelo dos veces, te desenchufas a su lado.

estábamos tomándonos un descanso. Mathew Perry, friends.