(escuchando kind of blue, Miles Davis)
Miles Davis se acerca la trompeta a los labios. dos notas. el contrabajo le responde con una frase de nueve letras. dos notas más. Miles toca como si no hubiera nadie con él, como si la televisión no estuviera retransmitiendo el pequeño concierto. es un hombre menudo, con cara de poco amigos y los ojos grandes. se moja los labios y empieza a narrar la historia azul. los ojos, muy abiertos, van de un sitio a otro del estudio, un lugar lleno de tablones, a medio construir, como si fuera parte de un almacén. el resto de los músicos esperan. charlan entre ellos, alejados del grupo. Miles termina y se retira con al resto. John Coltraine le da réplica. el aire le sale del estómago, con los ojos muy cerrados, como si cada palabra le doliera. su música es imaginativa, intuitiva, vuela más allá de lo que dice el pentagrama. Miles Davis se enciende un cigarrillo y comenta cómo está yendo todo. escuchan. los únicos que no descansan son el contrabajo de Paul Chambers, la batería de Jimmy Cobb, el saxo alto de Cannonball Adderley y el piano de Bill Evans. John Coltraine silencia su instrumento sin hacer ningún ademán. todos saben cuándo deben entrar, se respetan, se escuchan y reconocen cada nota sin necesidad de hablar, ni siquiera de levantar una ceja. Miles Davis vuelve a ponerse frente al micrófono y de nuevo convierte su respiración en música. aún no es el personaje de americana blanca, camisetas brillantes, pañuelos en el cuello y gafas de sol enormes en el que se convertiría después. es un genio capaz de transportar a estados de ánimo con sólo dos notas, alguien que está cambiando el mundo de la música con un disco del que se celebrarán aniversarios cincuenta años después. los que están a su lado tomarán su propio camino de expresión y fragmentación de los silencios en historias separadas de la de Davis, pero combinadas con la del tipo que una vez los convirtió en sexteto. el jazz, hasta aquel mil novecientos cincuenta y nueve, se basaba en secuencias lineales de acordes, pero las reglas, dicen los genios, están para romperlas y convertirlas en nuevas normas sin aparente lógica que luego se convertirán en las únicas. las formas modales de las notas a partir de una sola se ampliaban y se convertían en infinitas. si no sabes qué es, es jazz, decía el trompetista de la banda de Novecento. y algo parecido al azul fue un disco más allá de las reglas, basado en improvisaciones y emociones que el mundo necesitaba. hoy, aún es capaz de alimentar la piel de gallina.
hay momentos en los que un hombre tiene que luchar, y hay momentos en los que debe aceptar que ha perdido su destino, que el barco ha zarpado, que solo un iluso seguiría insistiendo. pero lo cierto es que siempre he sido un iluso. Ewan McGregor, big fish.