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mundo grúa

instantánea

(escuchando Ben Harper, give till it’s gone)

el fotógrafo estaba en primera linea de fuego. su cámara había alcanzado un nivel de precisión impensable cuando empezó en esto de ser corresponsal de guerra. sólo efectuaba un disparo cada vez. su mentor, un viejo fotógrafo del diario local en el que hacía prácticas, le enseñó a tener paciencia, a buscar una ubicación en la situarse, a esperar a que todos los elementos se colocaran en el lugar preciso, a pulsar el botón justo cuando sus tripas se lo dijeran. eso le había dejado en más de una ocasión sin foto de algún evento, por lo que había tenido que improvisar. pero el aprendizaje había valido la pena. ahora, su nombre estaba asociado a múltiples premios. era un trabajador incansable, sin horarios, sin festivos, que entregaba su vida a su profesión. pero esta vez era diferente. esta vez las cosas se estaban poniendo muy feas. se habían dejado de respetar las normas y su trabajo implicaba tantas nociones de relaciones internacionales para conseguir permisos que era agotador. pero eso no era todo. en el lugar de los hechos, ya no se respetaba la labor informativa que hacía, y los enfrentamientos con uno u otro bando para que no pusieran trabas a conseguir una instantánea eran continuos. ese día la cosa pintaba muy mal. se había juntado con un grupo de colegas de otras agencias para llegar hasta el centro de la revuelta, una revuelta que ya se había saldado con más de dos centenares de muertos tres días. había gente por todas partes, disparos por todas partes, peleas por todas partes. el ejército había arrasado con tanques a un grupo de manifestantes, que estaban al frente de las pancartas y había disparado sobre sus cabezas, convirtiendo en ruinas el único hospital de la cuidad que aún no había caído en manos del régimen. él y su mejor amigo se acercaron para buscar el rostro de los que ahora salían de la cabina del tanque. un jeep pasó muy cerca y frenó ante sus diafragmas. ambos dispararon. pero sus armas no servían para protegerse de las porras y los cuchillos. lo último que recordaba era su compañero lleno de sangre, pálido, muerto.

Chiki: sabes cuál es la diferencia entre un pesimista y un optimista?
Nino: no, cuál?
Chiki: el pesimista piensa que las cosas no pueden ir peor. el optimista sabe que sí.

Branko Djuric & Rene Bitorajac, en tierra de nadie.

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