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microcuentos

Jack

(escuchando karnivvol, sound awake. guitarras que crecen y crecen y crecen)

se había cansado de todo aquello. así que prefirió quedarse solo. era una decisión difícil, porque nunca había estado solo del todo, pero también necesaria, porque su situación le había obligado a estar escondido demasiado tiempo. subió al primer tren que encontró en el andén. el billete? ya lo compraría cuando pasara el revisor. buscó un asiento libre, junto a la ventana, lejos de aquella pareja con niños que, seguro, no le iban a dejar leer tranquilo. al otro lado del pasillo, una pareja discutía en un idioma que no identificó bien. no era inglés, ni alemán… búlgaro? podía ser. no le hubiera importado lo más mínimo, de no ser porque cada vez levantaban más la voz. maldita sea. el tren se puso en marcha. la discusión se iba calentando a medida que pasaban los metros, así que cuando salieron de la estación, estaban a punto de llegar a las manos. Jack se estaba poniendo muy nerviosos. en el vagón sólo estaban la pareja, la familia y él. pero no podía hacer nada. demasiados testigos. el padre de los niños, un hombre corpulento, de aspecto bonachón y gafas, se levantó. disculpe, se dirigió al marido, podrían dejar de gritar? están asustando a mis hijos. como respuesta, recibió una larga lista de algo que parecía insultos. la mujer supuestamente rumana reprendió a su marido, como diciéndole que se callara, que aquel hombre no tenía ninguna culpa de sus problemas. él le contestó con una bofetada en plena cara que retumbó en todo el tren. la mujer se calló en seco. los niños se pusieron a llorar. el padre de familia, tomó al más pequeño en brazos, a una niña de unos cinco años de la mano y se marchó. su mujer, que llevaba un bebé enganchado al pecho, le siguió. desaparecieron por la puerta. Jack no se movía del asiento. el hombre se giró hacia él con violencia y se puso a insultarle. o eso le pareció a Jack, que ya había apretado el puñal en el bolsillo de la casaca. sus gritos se mezclaron con la sangre que le brotó del cuello. la mujer quedó paralizada unos instantes y luego salió del vagón. la locomotora hizo su primera parada. Jack bajó al andén y se perdió por las callejuelas junto a la estación.

no somos criminales. nos ocupamos de nuestras cosas. no le pedimos nada a nadie. James Caan, Dogville.

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