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sorteo

(escuchando Aretha Franklin, today i sing the blues)

mañana no vendré en autobús, le dijo al subir, embutida en un abrigo, con la mirada escondida tras los hilos de lana que le caían desde el gorro, mientras. y eso?, le preguntó Guillem, el conductor. porque hoy me va a tocar la lotería, contestó con una sonrisa satisfecha mientras pasaba la tarjeta abono por el lector. ambos rieron. tan segura estás?, continuó con la broma. claro, respondió ella. es imposible que no me toque. llevo un montón de tiempo tropezándome con el número trece, así que he comprado el trece trece. no puedo perder. me alegro, me alegro, afirmó él. así, cuando seas rica y famosa, siempre podré decir que he llevado a una millonaria en el autobús. ella le sonrió con una mirada de esas de me estoy callando algo, pero sólo dijo sí. pero yo no seré como aquellos que dejan de ver a sus amigos sólo porque no tienen dinero, ni dejaré de venir en autobús para siempre. aunque mañana no vendré porque tendré resaca. él la miraba de reojo, sonriente, para no perder los ojos de la carretera. bueno, eso dicen todos. y, al final, está demostrado que el dinero nos vuelve un poco locos a todos, aseguró Guillem. eso dicen, contestó la joven, quitándose, por fin, el gorro de lana que le cubría la cabeza. tiene un pelo precioso, pensó él. se quedaron en silencio unos segundos. para demostrarte que no cambiaré con los millones, cuando me toque, te invitaré a cenar a un restaurante de pescado que me encanta. la frase quedó flotando en el aire, esperando a que alguien la recogiera. él cambió de marcha y respondió. de acuerdo, pero eso significará que has cambiado, porque sin ser millonaria no me has invitado nunca a cenar. la sonrisa le llenó la cara. ella abrió mucho los ojos. aquella no era la respuesta que esperaba. tragó saliva. de acuerdo. si no me toca, te invitaré igual, así el año que viene, cuando me toque, te podré invitar y te demostraré que no he cambiado. era un buen razonamiento, tenía que admitirlo. de acuerdo. cuando termine el turno de la tarde, te paso a buscar. en el autobús? claro, claro. en el autobús.

los idiotas sólo podemos tener fe, esperanza y caridad… y un poco de amor, porque es gratis. Santi Millán, amor idiota.

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