(escuchando Tricky, knowle west boy. reecuentro con un hombre raro y misterioso)
el mundo se ha quedo escondido en la punta de un lápiz de madera, pintado de blanco, con una goma que sólo sirve para ensuciar pegada al final. se ha recogido sonriendo, guiñándole el ojo a los dedos que lo sujetan, como diciendo qué bien, os echaba de menos. los músculos se contraen y se dilatan guiados por su imaginación insomne. y el lápiz recorre el papel, como sobre una pista de patinaje. todo lo que cabe en sus ojos abiertos a está apelotonado, esperando encontrar el instante justo para convertirse en diminutas manchas de grafito sobre la finísima madera blanca. curvas, rectas, puntos, tipografía, espacios interminables, no es fácil crear un universo de seres formados por bocetos o por trazos duros, que sobresalgan de la superficie plana de la mesa. termina, con con una curva que redondea el último dibujo. y sonríe. luego te devuelve el lápiz. y tu sabes que jamás dibujarás como él. qué envidia, compañero, qué envidia.
un hombre puede ir más allá de su imaginación. Hugh Hackman, the prestige.
2 respuestas a «lápiz»
mis lápices duermen desde hace mucho, aunque los de colores suelen salir de vez en cuando, son suaves, blanditos pero cuando los cojo pienso que tal vez se han olvidado cómo eran los caminos en la superficie blanca y los vuelvo a guardar. y es que a veces falta tiempo. no ganas. llegará
el tiempo, ese gran aliado cuando los años no pesan, y ese gran traidor cuando las hojas del calendario pasan a velocidades insospechadas, siempre tiene guardado algún truco para dejarnos una sonrisa en los ojos. por suerte, los lápices lo saben y esperan, pacientes, a ese hueco de felicidad e imaginación.